
Ponemos toda nuestra ilusión en un proyecto, luchamos ferozmente por conseguir hacer de nuestra ilusión historia y si no conseguimos los objetivos la culpa es de otro. Si el azar nos sonrie y se consigue lo deseado todos somos participes de la gloria, pero si no se consigue la culpa no es nuestra. Preferimos entonces culpar al jefe del proyecto mientras abandonamos un barco al borde del precipicio.
¿Por qué hacemos esto?. Pues porque ha llegado un nuevo pastor a la ciudad. Alguien que no soporta a nuestro capitán y hará todo lo necesario por sucederlo en el puesto. Su rencor personal le hará prometernos hierba en medio del desierto y su incompetencia le hace crear una crisis en lo que pudo ser una nueva etapa gloriosa. Pero, pese a todo, nuestro rebaño le acepta y juntos vagamos por un desierto sin hierba hacia una tierra que nunca podremos pisar.
¿Cómo saber que nos estamos equivocando?. Pues no lo sabemos. Eso sólo creen saberlo el pastor y sus borregos. Pero la historia nos dice que todo el que ha humillado a quien quiso santificar no estaba haciendo lo correcto.
De todas maneras, cada uno que siga al rebaño que prefiera, ya que al final todos somos borregos persiguiendo a una cabra. Pero, eso sí, cuando salga una nueva voz humillando y menospreciando la calidad del liderazgo de nuestra cabra, recordemoslé que todo el que vagó por el desierto lo hizo sin saber realmente que existía la hierba prometida. Y que todos eran conscientes de que la hierba, de existir, podía estar seca.
Si de alguna forma se puede ser hipócrita es, sin duda, degradando el valor de las ideas por las que un día luchastes. Y recuerden, no manten a la cabra, guienlá hacia el camino correcto.